El debate de las propinas, qué clásico, ¿verdad?.
Todas las guias hasta la Lonely Planet, mi favorita, dedican lineas en sus recomendaciones al fenómeno de la propina. Si dar o no dar, dependiendo del lugar, cuanto dejar, un fijo, un variable, y mas preguntas que nos haríamos pero cuya respuesta queremos para actuar como ducho viajero sin questionar el concepto de la propina.
Cierto es que las costumbres locales están para respetarlas, pero curioso es que difieran en cada país o ciudad. Si no las respetas el maleducado es el cliente. Y si no hay propi, al menos y afortunadamente aqui, es porque la educación de la camarería ha brillado por pellas.
Y cuando un camarero se comporta como un merluzo y nos brinda su peor educación, caben dos reacciones:
1- No hay sonrisa, no hay propinas.
2- Si es usted un borde, yo le enseñaré educación. Cambias de estrategia contraria a la que te pide el cuerpo y le tratas como si fuera el mismísino mayordomo del Marqués de Bradomín. Actuas con aspavientos aristócratas, con mucho respeto, buenas maneras y como si su tataraabuelo hubiera servido al mismisimo Conde de Montecristo por ejemplo.
La reaccion positiva no se hace esperar y el exmerluzo comienza a comportarse con una delicadez exquisita que ni el mismo conocía.
Funciona, de verdad. Mostrar la buena educación a quien no la practica nos hace esconder el merlucismo en el último rincon del hipocampo.
La buena educación huele bien.